En medio de la pandemia del coronavirus, Saúl Canelo Álvarez, el pugilista mexicano mejor pagado de todos los tiempos, tiene un motivo para celebrar: este sábado, el tapatío conmemora 30 años de vida y, de ellos, 15 de iniciar su carrera en el boxeo profesional; un deporte al que no hubiese llegado sin tocar la amargura y el dolor que en la infancia enfrentó y luego se convirtió en la dinamita detonante del poder de sus puños: el acoso escolar.
El cabello y las pequeñas motas en su rostro eran un motivo para incomodar al pequeño. “A los 10 años me tiraban carreta por el color de mi pelo, por las pecas. Yo entonces me enojaba mucho porque me hacían bullying”, confesó en un video en su canal oficial el pugilista, quien en esa época recibió también su apodo: Canelo por ese rojiza cabellera y, aunque entonces no lo sabía, el mote se convirtió en un referente con el que el mundo no olvidará su historia.
Pero antes de enfundar sus manos con los guantes, su oficio era de paletero. Muy pequeño comenzó en el negocio familiar, como el resto de sus hermanos. “Desde los cinco años trabajo con mi papá, a esa edad ya andaba vendiendo paletas con él, en los camiones, con el diablito vendiendo las aguas, siempre he trabajado”, compartió orgulloso Santos Saúl.