Viven una existencia monótona y en ella crearon una prisión en el hogar y una prisión en el trabajo; llevan consigo barrotes que retienen su espíritu, que encarcela sus mentes y sus sueños.
Llevan la llave en el bolsillo pero no se dan cuenta, a veces la tienen en la mano pero no la usan. Son juez, carcelero y prisionero, pero no lo saben.
Compran cosas que no necesitan con dinero que no tienen, para darse placeres que no les satisfacen; se ríen pero no les alegra nada.
Se quejan por todo, culpan a otros, evaden su realidad por eso viven cautivos, su mente divaga, giran como un sabueso que sigue su propia cola.
No alcanzan metas porque no inician nada.
Quieren ser importantes, pero no les importa nadie, buscan ser agradables pero no les agrada nadie.
Se ven en el espejo y no se reconocen; saben que existe Dios pero no le conocen.
No saben que adentro tienen una pequeña llama que puede iniciar una hoguera, un incendio, una revolución…
Creen saberlo todo, pero lo ignoran todo, y cerrarán los ojos por última vez y se irán sin saber quiénes fueron.
Desconocen que la vida es un regalo, que la existencia es un milagro, no saben que pueden ser maravillosos, que pueden liberarse y por ello viven prisioneros.